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‘La noche entera…’ Por qué no puedo quitarme esa canción de la cabeza, según la ciencia

Hay diferentes aristas para acercarse al universo musical. Así, por ejemplo, en ‘Musicofilia’ el célebre divulgador científico Oliver Sacks nos introduce en fenómenos tan curiosos como son la sinestesia, la amusia, el síndrome de Williams, las alucinaciones acústicas y los llamados ‘gusanos auditivos’.

Ritmo, baile y buen rollo son tres de los ingredientes básicos para hacer un hit del verano. Si echamos la vista atrás, en el tórrido 2017 en casi todos los chiringuitos sonaba ‘Despacito’ de Luis Fonsi y Daddy Yankee. A pesar del tiempo transcurrido es imposible olvidarla.

En este momento uno de los temazos que más suenan también tiene una letra muy pegadiza: «Noche ochentera, toda la noche entera…». Una canción que se introduce de forma ladina en nuestro cerebro siendo muy complicado quitársela de en medio.

Los ingleses han estudiado a fondo este fenómeno y han acuñado un término para referirse a las canciones que se quedan «atrapadas en nuestra cabeza», las denominan earworms, es decir, gusanos del oído.

Todas ellas están cortadas por el mismo patrón: suelen ser melodías con letras sencillas, repetitivas, fáciles de recordar, con un ritmo pegadizo y de no más de 30-45 segundos.

La canción puede permanecer con nosotros desde unos minutos, en el mejor de los casos, hasta días. Durante ese tiempo se queda en la corteza cerebral auditiva formando un loop sonoro.

De todas formas, todos sabemos que la realidad no es tan fácil, que no existe un polinomio infalible, que esta fórmula no funciona para todas las canciones, hay algunas que ‘triunfan’ y lo hacen gracias a lo que se conoce como efecto de la familiaridad.

De alguna forma nuestro cerebro siente más placer cuando reconoce una canción que ya es popular que cuando escucha una por vez primera. Esto podría explicar que una mayor exposición a un hit del verano pueda tener de recompensa transformarse en un ‘gusano del oído’.

Cerebros predispuestos

Un estudio realizado por científicos del centro Goldsmiths -de la Universidad de Londres- concluyó que este fenómeno está directamente relacionado con el tamaño y la forma de nuestra corteza cerebral. Las personas con mayor predisposición a dejarse atrapar por esa reiteración musical involuntaria tienen más espesas ciertas áreas cerebrales, concretamente las cincunvoluciones de Heschl y el giro frontal inferior,

También son más susceptibles, según un estudio publicado por la Universidad de Sheffield, las personas que tienen un carácter neurótico, un carácter obsesivo compulsivo o, simplemente, aquellas que se mueven o llevan el ritmo cuando escuchan una melodía musical.

De aquellos polvos, estos lodos

Investigadores de esa universidad, además, realizaron más de 2.500 encuestas para conocer si existía algún patrón específico que pudiese actuar como desencadenante de estos earworms. Después de un exhaustivo análisis concluyeron que no hay uno solo, que puede ser desde el estrés hasta una emoción, pasando por una palabra.

Daniel Levitin, un psicólogo de la Universidad McGill de Quebec, ha estudiado durante mucho tiempo estos fenómenos desde otra óptica: lo ha hecho en clave evolutiva.

Después de un minucioso análisis ha llegado a postular una teoría verdaderamente atractiva. Parte del hecho de que en los 200.000 años de historia de nuestra especie tan solo en los últimos 5.000 nos ha acompañado la escritura, por lo que durante un largo periodo de tiempo nuestros antepasados no tuvieron más remedio que recurrir a la memorización de palabras. Evidentemente si la idea se acompaña de una melodía, un ritmo y una letra pegadiza se facilita poder recuperar de forma más rápida y fidedigna qué alimento o qué planta era, por ejemplo, venenosa. Así de sencillo, a la vez que complejo, nacieron los earworms.

La sección Ciencia Cotidiana explica la ciencia detrás de los fenómenos que vivimos en nuestro día a día.

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