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Un proceso secular: de la economía agrícola a la economía de servicios

A principios del siglo XIX, la economía de Llanera, como toda España, se basaba en gran medida en la explotación agrícola y ganadera. Como relata Bernardo Alonso del Ablanedo, párroco de San Cucao durante mucho tiempo de 1789 a 1805, los vecinos eran «todos labradores y en su mayoría arrendatarios o haciendas ajenas». De hecho, pocas familias de alta alcurnia y la Iglesia, especialmente el Convento de San Vicente y en menor medida la Catedral, poseían la práctica totalidad del Concejo, siendo los vecinos sus pobladores, situación compatible con su situación. por señores. Había muchos árboles frutales en el territorio y se cultivaba trigo, maíz y todo tipo de hortalizas. Dice el párroco antes mencionado que los llaneros «practican la agricultura con bueyes o vacas, que subsisten de los forrajes producidos en los campos y prados, los restos de la cosecha de cereales, y la producción de argoma y otras hierbas, que llevan los campesinos y criar. Colinas o pastizales rígidos que no se cultivan». Insiste en la pobreza de sus vecinos y el mal estado de sus casas. Y termina sus afirmaciones con estas palabras: «Por estas razones, y porque no hay fábricas ni industrias para su pleno empleo, y principalmente para las mujeres, la agricultura del Consejo es muy lenta». Aparte de unos cuantos molinos harineros, unas cuantas alfarerías, varias ferrerías, o explotaciones mineras muy rudimentarias, no había nada en el Antiguo Régimen Llanera que no fuera una economía agrícola.

Esta sombría situación cambiará muy lentamente en el transcurso del siglo XIX. Por un lado, hay más vecinos que poseen suelo, ya que a partir de 1835 se produce la expropiación de los bienes eclesiásticos ordenada por el gobierno de Mendizábal, aunque la mayor parte de los bienes monacales fueron adquiridos por familias adineradas. Por otra parte, a partir de la segunda mitad del siglo, la industria y en especial la minería comenzó a asentarse tentativamente, aunque prácticamente todos los habitantes continuaron viviendo en el campo. Las explotaciones mineras de Ferroñes y Santufirme, que en su apogeo generan cientos de puestos de trabajo, el nacimiento de la tejeduría mecánica en Cayés por iniciativa de Wenceslao Guisasola en 1868, o la creación en 1895-96, también en Cayés, de una fábrica de explosivos que Poco tiempo después su incorporación a la Asociación Española de Explosivos supuso importantes cambios que afectaron a los vecinos de Llanera. La vida de cientos de familias cambiará drásticamente. Se establece un nuevo modelo económico: muchos comuneros encuentran empleo en la mina o en las fábricas mencionadas anteriormente y fábricas posteriores, sin abandonar en la mayoría de los casos su vida agrícola. Este modelo sobrevivirá plenamente hasta los años setenta del siglo XX. Mis vivencias de infancia, adolescencia y adolescencia están llenas de recuerdos de obreros en bicicleta al trabajo o sirenas de fábrica sonando absolutamente puntuales a las cinco de la tarde. Con todo, la vida agrícola fue crucial para la mayoría de los residentes de Llanera.

A partir de la década de 1970, poco a poco comenzaron a producirse cambios en el mundo de los negocios y la producción. Al calor de los planes urbanísticos, se crea en 1968 el polígono industrial de Asipo, situado en el solar de la antigua fábrica de explosivos de Cayés, con la consiguiente destrucción de la bella ciudad de Coruño, de la que sólo quedan unas pocas viviendas y la bella ermita de Santa Bárbara, ahora profanada. Nos ocuparemos de esta desafortunada destrucción en otro momento. Tres años más tarde, en 1971, se construyó un nuevo polígono industrial en Silvota (Lugo). La creación de estos espacios fue posible gracias a la excelente ubicación del Ayuntamiento cerca de Oviedo, Gijón y Avilés y supuso un revulsivo en su vida. Las numerosas empresas de servicios que se asentaron en estos polígonos, el nacimiento de una importante actividad comercial, la plena incorporación de la mujer al mundo laboral, el paulatino pero constante descenso de los usos agrícolas, fenómeno que se aceleró tras la incorporación de España a la Comunidad Económica Europea. en 1986, además de la atracción que ejercía Llanera para acoger nuevas poblaciones, dio a la vida del concejo una fisonomía radicalmente diferente.

Pequeños restos de esta comunidad rural retratada por Bernardo Alonso del Ablanedo a principios del siglo XIX, o la Llanera de mi juventud. Hoy, el municipio llanerense cuenta con uno de los índices de prosperidad más altos de Asturias, se precia de ser una zona residencial codiciada por mucha gente de otros lugares, y mira al futuro con optimismo. Son muchas las cosas positivas que podemos señalar, pero también algunas negativas, como la pérdida innecesaria de ciertas formas de vida tradicionales o el daño a veces irreparable que sufre nuestro patrimonio histórico, especialmente el etnográfico. Sin embargo, los aspectos positivos compensan con creces los errores cometidos. Así que seamos optimistas.

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