Las algas tóxicas plagaron la antigua civilización maya
La civilización maya alguna vez se extendió por cientos de millas a lo largo de Mesoamérica y la península de Yucatán, con ciudades bulliciosas, una economía próspera y una floreciente escena artística y cultural. Pero entre los siglos VIII y X d.C. soportó fluctuaciones repentinas de población, aumento de conflictos y centros urbanos abandonados. Los arqueólogos y otros investigadores han considerado la degradación del paisaje, los volcanes y la sequía como posibles impulsores de esta dramática inestabilidad en toda la sociedad maya.
Para un estudio reciente en el Actas de la Academia Nacional de Ciencias de EE. UU., los investigadores sondearon el lecho de un lago cerca de la antigua ciudad maya de Kaminaljuyú para investigar otro posible factor estresante: las algas dañinas en el suministro de agua. Los productos químicos llamados cianotoxinas, que hacen que algunas floraciones de algas sean venenosas, se conservaron en sedimentos en el fondo del lago Amititlán en el centro de Guatemala, junto con pigmentos verdes que registran la presencia de algas. El autor principal del estudio, Matthew Waters, limnólogo de la Universidad de Auburn, y sus colegas tomaron muestras de un núcleo de 5,5 metros de lodo del lecho del lago y encontraron un registro de 2100 años de proliferación de algas, posiblemente causado por la escorrentía de los asentamientos y granjas en la cuenca. Los hallazgos sugieren que estas floraciones tóxicas habrían rivalizado con sus contrapartes modernas. En el lago Amititlán (que con frecuencia alberga floraciones de algas nocivas en la actualidad), las concentraciones de cianotoxinas aumentaron a lo largo del período en el que la civilización maya alcanzó su cénit y luego cayó. Un estudio anterior mostró algas antiguas en un lago cerca de la ciudad maya de Tikal, pero Waters dice que su equipo es el primero en proporcionar evidencia definitiva de cianotoxinas.
Los mayas estaban preocupados por los depósitos de agua contaminada desde el año 200 EC, dice Liwy Grazioso, arqueóloga de la Universidad de San Carlos de Guatemala que no participó en el nuevo estudio. “Sabían por la observación de la naturaleza que había episodios en los que el agua no tenía buena calidad”, dice, “así que trajeron arena de 30 kilómetros de distancia para crear un sistema de filtración”.
Los científicos de hoy apenas comienzan a comprender el alcance de los problemas de calidad del agua durante el período de inestabilidad maya. Debido a que ese lapso de tiempo presentó sequías generalizadas, dice Waters, se ha estudiado más la cantidad de agua que la calidad. Es probable que las floraciones por sí solas no fueran responsables de la inestabilidad social, señala, pero tener reservorios tóxicos en medio de las sequías no podría haber ayudado.
Junto con la investigación sobre la composición de las antiguas floraciones de algas, agrega Waters, el estudio «comienza a construir un caso de que la calidad del agua y la potabilidad del agua deben agregarse a la lista de factores ambientales estresantes» en la civilización maya. La historia del lago Amititlán ofrece un claro recordatorio de la gestión cuidadosa de la tierra, así como del agua, para evitar las trampas del pasado.