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El descanso del guerrero

Siempre he pensado que el trabajo con Santiago Grisolía se describe en el poema «Castilla» de Manuel Machado: D. Santiago era exigente consigo mismo y con cuantos alumnos reclutaba, como los doce suyos del Cid en el poema. Y era para la ciencia o para la sociedad. Por eso, todos los que hemos tenido el privilegio de acompañarlo en este proceso, los becarios que ha formado durante años tanto en Madison como en Kansas City o en el Cytological Research Institute, tenemos el rigor científico y la pasión por el descubrimiento que él de D. Severo. Pero somos duros en los negocios. Trabajador, exigente, apasionado por los proyectos que aborda. Esas eran algunas de sus cualidades. Quizás lo más importante era su capacidad de seducción, porque era imposible decir que no cuando insistía en que hicieras algo. Y por complicada que fuera la tarea, al final te sentiste honrado de que te la hubiera confiado. El Prof. Grisolía fue querido por la mayoría de sus estudiosos y jóvenes que contribuyeron desinteresadamente a la creación de la Fundación Valenciana de Estudios Avanzados y de la Fundación Premios Rei Jaume I, entre ellos siempre españoles en Estados Unidos como Enrique de la Morena, José Carreras , María Cascales o Vicente Rubio y Consuelo Guerri. Y volvió con el encargo a España, un centro puntero en diagnóstico clínico, donde había un pequeño centro de investigación con científicos que, por ejemplo, pudieron descubrir que el mal llamado cromosoma Filadelfia responsable de un tipo de leucemia se va a transformar en un centro líder para la investigación en las entonces innovadoras áreas de la bioquímica y la biología molecular. D. Santiago fue incansable. En los años 70 y 80 compaginó la dirección del Instituto de Investigaciones Citológicas con la labor divulgativa de la Fundación Valenciana de Estudios Avanzados y con su ingente labor como asesor del Ministerio de Sanidad y como Presidente de la UNESCO para el Proyecto Genoma Humano. Recuerdo que en el año 2000 él y su mujer fueron a Namibia para unas reuniones sobre el genoma y al volver a Valencia a las 18.00 horas después de un viaje de 11 horas ambos vinieron directamente del aeropuerto a la Fundación con las maletas y D. Santiago se reunió con nosotros hasta pasadas las diez de la noche para ver cómo iban las actividades de la fundación, mientras Dª Frances esperaba, impertérrita, sentada en una silla junto a las maletas. Recuerdo que los domingos por la mañana llegaba a citología e iba a la biblioteca a leer artículos de las revistas recién llegadas. Con nosotros los internos. Le encantaba el laboratorio. Incluso durante el año pasado, me dijo cuánto extrañaba las horas en el laboratorio cristalizando proteínas, aislando compuestos o encontrando curas para enfermedades. Fue uno de los primeros en apoyar asociaciones de enfermedades raras, tal y como recuerda el Colegio de Farmacéuticos de Sevilla. Silenciosamente lucha contra un virus desconocido sin querer molestar. SOBRE LA AUTORA Elena Bendala-Tufanisco Alumna del Prof. Grisolía y Directora de Relaciones Institucionales de la Fundación Valenciana de Estudios Avanzados.

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