Descubren una antigua tormenta solar tan potente que hoy «arruinaría por completo la civilización moderna»
1872, año en el que nacieron el escritor Pío Baroja y el artista Piet Mondrian, fue intenso en cuanto a fenómenos naturales: se registraron varios terremotos importantes por todo el planeta, a destacar uno de magnitud 7,1 que dejó 551 muertos en Japón; y otro de 7,5 en Turquía, donde perecieron 1.200 personas. Los temblores de tierra no fueron los únicos sucesos: en el mar Báltico, una marea ciclónica con unas olas de más de tres metros de altura afectó a las costas que van desde Dinamarca a Polonia (en aquel momento Pomerania). Fallecieron 271 personas y quedaron sin hogar más de 15.000.
Ahora, un equipo internacional ha descubierto que otra catástrofe, esta vez venida del espacio, ocurrió entre el 4 y el 5 de febrero de 1872: el evento Chapman-Silverman, una de las tormentas solares más fuertes de la historia. El suceso provocó cortes de las comunicaciones por lugares tan alejados como Londres o Bombay; y también auroras que abarcaron todo el planeta. Las conclusiones acaban de publicarse en la revista ‘The Astrophysical Journal‘.
La información estaba escrita
Durante seis años, el grupo ha recabado datos de todo tipo: desde registros de astrónomos de la época hasta recortes de periódico. Incluso grabados tradicionales japoneses donde se puede apreciar cómo los cielos se iluminaron súbitamente con toda clase de colores. Un fenómeno usual cerca de los polos, donde el campo magnético de la Tierra se deforma con la llegada de partículas cargadas procedentes del Sol, formando las vistosas auroras boreales. Sin embargo, a veces, regiones de nuestra estrella ‘explotan’, enviando un potente chorro de este energético material, deformando de una forma extrema nuestra capa protectora, llegándose a producir auroras en sitios cerca del ecuador terrestre. En este caso, las apariciones celestes se vieron en latitudes tan cercanas al centro como la ciudad india de Bombay o en la capital de Sudán, Jartum.
Estas partículas son inofensivas para el ser humano o el medio ambiente; pero no son tan benévolas con la tecnología: en los registros, los investigadores han encontrado informes de cortes en el incipiente sistema de telégrafo en zonas que van desde Lisboa a Gibraltar, en el Mediterráneo o en India. «Ese gran resplandor rojo en el horizonte, ¿es un incendio o una explosión lejana?», preguntaba un operador de telégrafo de El Cairo que intentaba comunicarse con Jartum. En Shangai, las noticias informaban sobre un arco brillante visto en el cielo. Y los reportes no cesaron: las auroras cubrieron prácticamente todo el planeta.
Al nivel del evento Carrigton
«La intensidad de la tormenta geomagnética solar fue posiblemente una de las más grandes jamás registradas», explica para ‘The Washington Post‘ Hisashi Hayakawa’, investigador de la Universidad de Nagoya (Japón) y autor principal del estudio. «Una tormenta geomagnética tan fuerte arruinaría por completo la civilización moderna», indica.
Hasta ahora, el evento Carrigton, una tormenta solar ocurrida en 1859 (menos de dos décadas antes de la tormenta Chapman-Silverman), era considerado el fenómeno más extremo en su tipo. Estudios recientes también sitúan a la llamada tormenta del ferrocarril de Nueva York, ocurrida en mayo de 1921, a su altura. Los autores de esta investigación aseveran que la tormenta de 1872 no tendría nada que envidiar a las otras dos mencionadas.
«Esto significa que ahora sabemos que el mundo ha visto al menos tres supertormentas geomagnéticas en los últimos dos siglos. Los fenómenos meteorológicos espaciales que podrían causar un impacto tan importante representan un riesgo que no se puede descartar», señala Hayakawa. Porque, en un mundo tan dependiente de la tecnología, un evento de este tipo podría suponer importantes cortes en la red eléctrica (sobre todo en países como estados Unidos, donde el cableado recorre cientos de kilómetros seguidos) y en las comunicaciones. También para nuestros alrededores espaciales: los satélites podrían quedar literalmente ‘fritos’ si un chorro con estas partículas les impacta directamente, algo que ocurrió hace algo más de un año con un grupo de 40 sondas de la megaconstelación Starlink.
Unas manchas medianas, pero estratégicamente localizadas
Las tormentas solares muy a menudo están relacionadas con las manchas del Sol: en estas zonas se producen unos estallidos que tienen como consecuencia estos fenómenos altamente energéticos. Sin embargo, a los investigadores les llamó la atención de que los astrónomos de la época, que ya monitorizaban estos puntos, que las manchas no eran excesivamente grandes, pero sí estaban situados en un lugar complejo: cerca del centro del ciclo solar. «Estos hallazgos sugieren que incluso un grupo de manchas solares de tamaño mediano desencadenó una de las tormentas magnéticas más extremas de la historia», señalan los autores.
Aún así, para que este tipo de ‘supertormentas’ impacten de lleno contra la Tierra se tienen que dar una serie de circunstancias: que la erupción sea realmente potente y que el chorro que emana de nuestra estrella esté apuntando directamente hacia nosotros. De hecho, el Sol lleva desde hce un par de años con una intensa actividad, debido a que se encuentra en el pico de su ciclo; y las tormentas solares han crecido exponencialmente desde entonces (la última, hace apenas unos días). Sin embargo, ninguna ha tenido consecuencias remarcables más allá de auroras boreales a extrañas latitudes o cortes puntuales en la electricidad o las comunicaciones.
Algo que, según los investigadores, habría que tener en cuenta, más aún en periodo de actividad máxima del ciclo, como estamos atravesando ahora mismo, cuando el número de manchas crece exponencialmente. «Eventos tan extremos son raros. Por un lado, somos afortunados de haber pasado por alto este tipo de supertormentas en los tiempos modernos. Por otro lado, la aparición de tres supertormentas de este tipo en seis décadas muestra que la amenaza a la sociedad moderna es real. Por lo tanto, la preservación y el análisis de los registros históricos es importante para evaluar, comprender y mitigar el impacto de tales eventos«, indica Hayakawa.
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