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¿Cómo funcionan los airbags?

Uno de los elementos de protección pasiva que más vida salva en todos los rincones del mundo es el airbag , en combinación, claro está, con el cinturón de seguridad. Mientras que el primero amortigua, el segundo es encargado de sujetar a los ocupantes del vehículo, creando un auténtico escudo salvavidas. La principal función de los airbags es reducir el impacto de la colisión mediante la dispersión de la fuerza generada por el choque, disminuyendo los riesgos de lesiones graves y fatales. Según datos facilitados por el RACE, el airbag reduce entre un 20% y un 30% el riesgo de muerte en una colisión frontal, y disminuye hasta en un 11% las lesiones más graves. Desde el año 2006 es obligatorio en la Unión Europea que todos los vehículos de nueva producción incluyan airbags en sus equipamientos. Un invento de la Segunda Guerra Mundial Los airbags hicieron su aparición durante la Segunda Guerra Mundial , fue entonces cuando los pilotos de los aviones de caza llevaban unos monos especiales que se inflaban en caso de impacto y que, además, les servían para flotar en el caso de ser abatidos en el mar. Basándose en los buenos resultados obtenidos, en 1952 el ingeniero inglés John Hetrick patentó un sistema de airbag muy rudimentario para la industria automovilística, al que definió como «un conjunto de cojines de seguridad». Quince años después el inventor estadounidense y experto en seguridad Allen K Breed resolvió el problema del inflado inmediato incorporando al airbag un sensor electromecánico. Aun así, fue preciso esperar hasta 1973 para que apareciera en el mercado automovilístico el primer coche con este equipamiento, el cual tuvo un sobrecoste de 250 dólares de la época. La clave está en la química El funcionamiento de los airbags es complejo e incluye sensores que detectan cambios repentinos en la velocidad y dirección del vehículo, una unidad de control y el propio airbag. La unidad de control es una computadora especializada –con más de un centenar de componentes- que en milisegundos realiza una evaluación y, en el caso de superar un umbral que se encuentra predefinido, activa el sistema de inflado del airbag. La bolsa se llena con la ayuda de un generador de gas que utiliza un propelente sólido. Y es que el secreto de los airbags está en un polvo cristalino, de color blanco e inodoro, llamado ázida sódica. Se trata de una molécula tóxica formada por tres gramos de nitrógeno y uno de sodio. Cuando se produce un impacto de al menos 15 Km/h se activa el sensor que genera una chispa, la cual provoca la descomposición de la ázida sódica en nitrógeno. Este gas es el encargado de inflar la bolsa en apenas 25 milésimas de segundo (diez veces más rápido que el parpadeo de una persona) a una velocidad de 400 Km/h. Debido a que en la reacción se pueden producir sustancias peligrosas los fabricantes de airbags agregan nitrato de potasio, que produce óxido de sodio, óxido de potasio y nitrógeno molecular. Además, añaden dióxido de silicio con lo que se forma un silicato doble de potasio y sodio, que es inerte. En cuanto a la bolsa, está fabricada a partir de un tejido resistente y flexible (fibra sintética de poliamida o nailon) que puede inflarse rápidamente para proporcionar una superficie acolchada capaz de amortiguar el impacto. MÁS INFORMACIÓN noticia No Crean ‘cerebros’ artificiales con células humanas que aprenden a reconocer voces noticia No La NASA rompe la prohibición de cooperar con China para pedir acceso a sus muestras lunares Una consideración final, es importante revisar el estado de los airbags cada cinco años o cada 120.000 kilómetros, a pesar de que estén preparados para durar toda la vida útil de un vehículo. .

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